Para entender la importancia de la alienación económica es preciso recordar la valoración que Marx hace del trabajo. Aunque Marx no niega que exista una naturaleza humana, considera, sin embargo, que ésta se limita a funciones básicas como las relacionadas con las necesidades biológicas (alimentación, reproducción, ...). El resto de características que podemos encontrar en el ser humano son consecuencia del orden social vigente. Dicho de otro modo, en lo fundamental, el hombre es lo que él mismo se ha hecho, tanto tomando al hombre como individuo concreto, como tomándolo como especie; y este hacerse está limitado y dirigido por el orden social en el que está inmerso. El hombre es esencialmente un ser de acción, su realidad no le viene dada o determinada genéticamente sino que es consecuencia de lo que él mismo ha hecho. El hombre es realmente un ser productivo, y el trabajo no es otra cosa que la transformación de la realidad para la satisfacción de sus necesidades, pero transformando la realidad se transforma a sí mismo. La felicidad, la perfección humana, su propio bien, no le viene a éste propiamente de la pasividad sino de la acción, de la ocupación con las cosas (por tanto del trabajo, incluido el intelectual). El problema es que el lugar en el que el hombre ha de realizarse, el trabajo, no lo vive, sin embargo, como el ámbito de la creatividad y de la autorrealización, lo vive más bien como el lugar del sufrimiento y de la limitación de sus facultades físicas y espirituales. Y Marx cree que la razón de esta esencial insatisfacción está básicamente en que en las sociedades de explotación el sujeto vive la “actividad personal” o trabajo como algo que propiamente no le pertenece a sí mismo. En las sociedades de explotación el trabajo ya no expresa las facultades humanas; tanto el trabajo como sus productos se viven como algo ajeno al sujeto productivo, a su voluntad y proyectos. En el acto de la producción el trabajador experimenta su propia actividad "como algo ajeno y que no le pertenece, la actividad como sufrimiento (pasividad), la fuerza como debilidad, la creación como castración". Mientras que el hombre se enajena así de sí mismo, el producto del trabajo se convierte en un "objeto ajeno que lo domina".
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